Realizaba un seminario a un grupo de hombres de negocios y mencioné de paso que no se actúa bien cuando nos retrasamos en los pagos a los proveedores porque los clientes a su vez se demoran en pagar. Uno de los asistentes me interrumpió y dijo: —¿Quiere decir que si no pago mis cuentas porque a mí no me pagan es pecado? —No, no es eso lo que quiero decir—le contesté—. Sólo es pecado cuando sabe que es malo y persiste en hacerlo. —¿Pero qué pasaría si por pagar a todos mis proveedores pierdo mi negocio?
Pages 21–22